Marco es agradecido
De mi abuelo Vero heredé un carácter afable y poco dado a la cólera.
De mi madre, en cambio, heredé la religiosidad, la generosidad y una tendencia a no obrar mal, a ni siquiera pensar mal; y también a llevar una vida frugal y poco apegada a las riquezas.
De Diogneto aprendí a no interesarme por cosas superficiales, a no dar crédito a relatos taumatúrgicos, de encantamientos, brujería y otros exorcismos...
(Marco Aurelio. Meditaciones 1.1, 1.3, 1.6)
Este es un ejercicio clásico de gratitud. Marco comienza las Meditaciones, su propio diario privado, recordándose las cosas buenas que aprendió de sus parientes y maestros.
Si prestamos atención a esta lista parcial, el emperador agradece haber aprendido buenas costumbres. Pero también la capacidad de controlar su temperamento, porque la ira, para los estoicos, es siempre una emoción perturbadora que nos lleva a hacer cosas de las que probablemente nos arrepentiremos.
Finalmente, Marco está agradecido de no ser crédulo, consciente de que es la razón, y no la superstición, la que debe conducir nuestras acciones.